Tres ochocientos, Varón, diez y veinticinco.
fueran las últimas palabras que escuché antes de que mi vida cambiara.


Cárguelo señor, me dijo una de las enfermeras. Sin miedo que no se le va a caer, comentó ella.
No sabía bien lo que hacía, nunca había cargado a un bebé, solo atiné en tomar su pequeño cuerpecito y pegarlo contra mi pecho para que sintiera que yo era su papá.


Regresamos a casa después de dos días en el hospital. Alessio durmió toda mañana y buena parte de la tarde. Recuerdo que Darling y yo nos reíamos pensado en lo tranquilo que era nuestro hijito, lo fácil que estaba siendo esta nueva etapa.

Nada del otro mundo, nada de lo que nos habían contado, pensaba yo. Solo había que bajar el volumen de la Tv, susurrar más de lo común, evitar que el perro ladre demasiado fuerte y estar atento que no se voltee cuando duerma. Según yo, todo lo tenía bajo control.


Hasta que se levantó.


Era emocionante verlo despierto fuera del ambiente del hospital, enseñarle su nuevo cuarto, su nueva casa. Era emocionante reconocernos, ver sus gestos y su mirada.


Dar le dio teta, le cambiamos el pañal un par de veces, volvió a tomar teta e intentamos hacerlo dormir, y… nada que dormía.

Pusimos música de cuna, comenzamos a cantar, le cantaba ella, le cantaba yo, lo paseaba ella, lo paseaba yo, y… nada que dormía.

Once, doce, una, dos, tres, cuatro de la mañana y Alessio no quería soltarnos.
Mi plan de solo bajar el volumen de la Tv y hablar bajito se fue desvaneciendo mientras corrían las horas.


Ya los vacunó, dijo mi mamá, cuando a las seis de la mañana entro al cuarto y nos vio a Dar y a mi sentados en el filo de la cama con el bebé en los brazos mientras que uno lo Mesía y el otro tarareaba una canción con los ojos entre abiertos.

Hacerlo dormir se convirtió en unarte, casi como un don que tenías que desarrollar, no solo para que duerma Ale. Sino, también para dormir nosotros.


Descubrimos que se relajaba cuando lo apoyábamos a la altura del pecho y escuchaba los latidos del corazón.

Descubrimos que soplarle un poco la cabeza mientras lo paseábamos lo calmaba.

Descubrimos que le gustaba dormir más en la cama que en su cuna.

Descubrimos que, aunque él bebe esté descansando uno de nosotros siempre se levantaba para poner un dedo cerca de su nariz para estar seguros que respirase bien.


Y sobre todo que ser papas era lo más lindo que nos había pasado.


historia de la primera noche en casa
Historia de la primera noche


A continuación, les presentamos algunos consejos prácticos de cosas que debemos hacer los primeros días con nuestro bebé.



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